
Procura asistir todos los días a la Eucaristía.
Si, te resulta difícil, procura cada día leer un momento la Palabra de Dios.
No pienses que, en todo, llevas la razón.
La conversión exige un cambio de corazón, de mente, de actitudes: humildad.
Reza un poco más.

La meditación es saludable e, incluso, necesaria para el ajetreo que llevamos.
¿Cuánto hace que no te has retirado en un silencio prolongado en el interior de una iglesia?
Confiésate.
Uno, desde dentro, no puede ver la fachada de su propia casa.
El sacramento de la reconciliación te hará ver la grandeza que Dios ha puesto en ti y la fragilidad que, sin querer o queriendo, existe en ti.
Haz una obra de caridad.

No caviles con los que están en la distancia.
A veces, el ayudar a los que nos quedan lejos, se puede convertir en válvula de escape para no comprometernos con los que tenemos cerca. Ama a la Iglesia.
Nunca como hoy necesita de cristianos y de católicos que arrimen el hombro. Recuerda la palabra de Jesús: “Rema mar adentro”. Tus manos son necesarias. Defiende con pasión y con convencimiento tus motivaciones religiosas. Si almuerzas, en el trabajo, o comes en un restaurante ¿sabes que puedes dar testimonio de lo que eres? ¿Cómo? Guardando vigilia: una imagen o un gesto vale más que mil palabras!


Promueve, con signos y palabras, lo que dices creer. Invita a alguien a la Eucaristía. Incluso, si llega la hora del Ángelus, rézalo. Tal vez te miren… lograrás, entre otras cosas, ser diferente.
¡Serás bienaventurado!

Sin ella, a muchos cristianos, les ocurre lo mismo que aquel beduino: “pasaba por una fuente y, mirándola, no quise beber; más adelante exhausto y sin fuerzas…. me di cuenta de lo necio que fui por haber despreciado aquel manantial de agua fresca”
¡Feliz Cuaresma 2017!
Descubriendo el Siglo 21
Discovering 21century
Fr Tomás Del Valle-Reyes
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